De cierto, de cierto les digo: El que oye mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida.

Juan 5,24

Es necesario oír para pasar de muerte a vida. En el día a día nos encontramos con diversas maneras de oír. Están los “oídos sordos” que es lo mismo que hablarle a la pared. Los “oídos a conveniencia” pues oyen lo que quieren, el mensaje aparece segmentado. Los “oídos indiferentes” que oyen todo, a todos les creen, actúan sin pensar. Los “oídos atentos, sabios, prudentes”, que oyen, que analizan, que miran a su alrededor, que actúan en consecuencia y con coherencia. ¿Cómo oímos esa palabra que nos presenta Jesús y que nos conduce a la vida eterna, plena, buena, abundante?
No sólo hay que oír sino también creer en esa palabra de Jesús que nos lleva de la muerte a la vida. Pero en estos tiempos se nos llama a correr solo; a poner la mirada en nuestras fuerzas y logros; a considerar al otro como amenaza y competencia. Y el creer es precisamente confiar en el otro, reconocer que no podemos caminar solos, que necesitamos de los otros. El creer es fiarnos del otro, reconocer que nosotros tenemos nuestras limitaciones, que hay situaciones que nos superan, que necesitamos ayuda. El creer es ponernos en las manos de los otros, es poder tender a mano y saber que alguien acudirá a sostenerla.
Danos, oh Dios, oídos atentos a tu palabra de vida, y la fortaleza de confiarnos a tus manos y así vivir con esperanza y alegría. Amén.

Mónica Hillmann

Juan 5,19-30

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