Dios, por medio de Pablo, hacía milagros tan extraordinarios que muchos le llevaban los paños o delantales de los enfermos, y las enfermedades desaparecían.

Hechos 19,11-12a

Hemos venido a sanarnos para poder ayudar a los demás a sanar. ¿Qué? ¿Podemos ser sanadores? ¿También nosotros y nosotras, como Pablo, podemos obrar milagros en la vida de las personas?

Claro que sí. Pero para ello debemos sanar primero nuestras propias heridas.

Y ante nuestras heridas (viejas o nuevas) podemos tomar dos caminos. O nos quedamos con el dolor y nos vamos marchitando lentamente, o las sanamos para así resurgir a una nueva vida.

Nuestro buen Dios nos dio ojos que pueden estar atentos a la realidad que nos rodea, oídos capaces de escuchar y no tan sólo oír, manos que pueden acariciar y hasta secar lágrimas del rostro de quien está sufriendo. Nos concedió brazos capaces de ofrendar el calor de un abrazo profundo y prolongado. Y si se tratara de palabras, nos concedió labios que pueden llegar a pronunciar las frases más bellas y sanadoras si nos dejamos guiar por la compasión.

Porque de eso se trata. Si me dejo guiar por el Señor, seré siempre compasivo frente al dolor de los demás. Precisamente porque sé cuánto me dolió cuando el sufrimiento tocó a la puerta de mi vida.

Te invito a que juntos podamos sanar nuestros dolores para así poder sanar el dolor de quien Dios pone en nuestro camino porque necesita de nuestra ayuda.

Y en ese camino maravilloso quizás pueda inspirarnos la letra del himno que dice: A estar conmigo ven, vive Tú en mí; y cada día haré algo por Ti: Al pobre algún favor, curar algún dolor; y así mostrar tu amor… Algo por Ti. (Culto Cristiano Nº 259)

Carlos Abel Brauer

Hechos 19,8-22

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print