Los de Samaria no lo recibieron porque se dieron cuenta de que su intención era ir a Jerusalén. Al ver esto, sus discípulos Jacobo y Juan dijeron: «Señor, ¿quieres que mandemos que caiga fuego del cielo, como hizo Elías, para que los destruya?»  Pero Jesús se volvió y los reprendió.

Lucas 9,53-55

Los discípulos Jacobo y Juan quieren imponer su autoridad por la fuerza. Al igual que lo intentó Pedro cuando fueron a detener a Jesús en Getsemaní: Pedro sacó su espada para castigar a uno de los opositores de Jesús. En ambos casos, Jesús reprendió a sus discípulos.

El mensaje del Reino, el Evangelio, no ha de imponerse mediante la violencia. No es con espada ni con ejército, mas con tu Santo Espíritu.

¡Cuánto tiempo estuvieron los discípulos caminando con Jesús y recibiendo sus enseñanzas, y cuánto les costó aprender esto! El lobo dentro del hombre, el “ejecutor”, no quiere dejarse dominar. En la historia de la Iglesia sobran ejemplos de cómo “cristianos” quisieron imponer su mensaje con métodos violentos. La conquista de América es un triste caso emblemático.

La violencia no sirve para imponer el mensaje de amor de Jesús. Durante mucho tiempo – y quién sabe si no aún hoy – en la educación se ha recurrido al uso de la fuerza. Personalmente, de niño me tocó sufrirlo; y como “educador”, lamentablemente, también en ocasiones recurrí equivocadamente a la dureza.

Hoy en día, en nuestros países la sociedad reprueba el uso de la violencia en la educación.

Y como seguidores de Jesús no sólo hemos de desechar métodos violentos, sino decididamente usar “el método” de Jesús: Un mandamiento nuevo nos da el Señor: que nos amemos siempre como él nos amó. (Canto y Fe Nº 315)

Dieter Kunz

Lucas 9,51-56

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