Dígnate, pues, bendecir la dinastía de tu siervo para que permanezca siempre bajo tu protección. Tú, Señor Dios, lo has prometido, y con tu bendición la dinastía de tu siervo será bendita para siempre.

2 Samuel 7,29

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El rey David pide al Señor permanecer bajo su protección. Podríamos preguntarnos: ¿se puede vivir lejos del amor del Señor? El Salmo 139 nos responde: “¿adónde podría ir, lejos de tu espíritu? ¿Adónde huiría, lejos de tu presencia? Si yo subiera a las alturas de los cielos, allí estás tú; y si bajara a las profundidades de la tierra, también estás allí; si levantara el vuelo hacia el oriente, o habitara en los límites del mar occidental, aun allí me alcanzaría tu mano; ¡tu mano derecha no me soltaría! Si pensara esconderme en la oscuridad, o que se convirtiera en noche la luz que me rodea, la oscuridad no me ocultaría de ti, y la noche sería tan brillante como el día. ¡La oscuridad y la luz son lo mismo para ti!”

Es decir, no podemos estar fuera del amor del Señor que tiene su mano sobre nosotros.

No obstante, en la última cena Jesús nos dice: “permanezcan en mi amor.” Dejando la posibilidad de no permanecer en él.

Aquí hablamos del camino, y aquí, sí, podemos optar por alejarnos “del camino” o salir de la casa del Padre.

Pero aun así seguimos bajo el cuidado del Padre Celestial. Pensemos en Caín, a quien el Señor marca con su señal para protegerlo. ¡Y siempre estará a la puerta de la casa esperando divisar en el horizonte nuestra silueta para llenarnos una vez más de su ternura!

Nada puede apartarnos de su amor.

José María Soria Pusinari

 

2 Samuel 7,17-29

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