Dios se acordó de Noé y de todos los animales que estaban con él en la barca. Hizo que el viento soplara sobre la tierra, y el agua comenzó a bajar.

Génesis 8,1

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Todo bajo agua. Hay narraciones babilónicas que refieren a una gran inundación en la región del Tigris y del Éufrates que la imagInación popular elevó a proporciones universales dice “El Libro del Pueblo de Dios”.

Pero había algo sobre el agua, el arca de Noé y los que subieron con él. La misma palabra para describir la cesta de Moisés cuando bebé.

El diluvio simboliza el juicio de Dios sobre el mundo pecador y la salvación concedida a los justos representados por Noé. Según el Nuevo Testamento Noé y su familia son una figura de los salvados a través de las aguas del Bautismo (1 Pedro 3,20-21)

Y Dios hizo mover el aire y así el viento empezó a secar. El “viento apela al Espíritu de Dios” dice el Rev. Robin Duckworth “que estaba suspendido sobre las aguas” en la historia de la creación. Todo el orden que Dios había establecido al crear el mundo vuelve para atrás, al caos anterior a la creación. Pero ahora, por la acción del viento las aguas se retraen. Claro como el agua.

Finalmente, Noé suelta por segunda vez una paloma que trae de vuelta en su pico una ramita de olivo. Por este relato el actual símbolo de la paz –una paloma llevando una ramita de olivo- tiene sus orígenes en esta historia. Que las palomas transmitan enfermedades y tiren por la borda la imagen idílica es harina de otro costal. Lo importante es que aparezca después el arco iris como señal de la alianza de Dios con Noé.

 

Lucas Millenaar y Gabriela Mulder

Génesis 8,1-12

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