Y hasta hicieron más de lo que esperábamos, pues se ofrenda-ron a sí mismos, primero al Señor y luego a nosotros conforme a la voluntad de Dios.

2 Corintios 8,5

El apóstol Pablo ante la necesidad de la comunidad cristiana en Jerusalén, organiza una colecta. La sorpresa se da en la zona de Macedonia. Los cristianos en esa zona eran extremadamente pobres, y con probabilidad estaban soportando severas dificultades y conflictos como resultado de convertirse al cristianismo. Ellos podrían haber sido los receptores de la colecta, sin embargo se convierten en aportantes ante el pedido de necesidad. Ellos se consideran privilegiados de participar de la colecta, y a partir de ahí el apóstol habla de generosidad. “Sus ofrendas han sido tan generosas como si fueran ricos”.

No siempre los que más tienen son los más generosos, en la mayo-ría de los casos aquellos que tienen menos para dar son los que están más dispuestos a ayudar. Por eso el apóstol nos dice que se ofrendaron a sí mismo. Este relato muestra un gran ejemplo de que es el pobre que ayuda al pobre.

La generosidad es un valor que busca ayudar a los demás de un modo honesto sin esperar obtener nada a cambio. Y eso habla de amar al prójimo y ahí está el ejemplo y las palabras de nuestro Señor Jesús: Amar al prójimo… y su vida es el ejemplo de verdadera práctica del amor. Es necesario releer los gestos de nuestro Señor desde la mirada de la generosidad. Cuántos relatos en los evangelios están llenos de ayudar al otro sin esperar ni pedir nada a cambio. Esto contrapone muchas prácticas en nuestros tiempos.

Señor, enséñanos a construir caminos de generosidad.

Mario Gonzáles

2 Corintios 8,1-9

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