Cuando yo quiera decirte algo, te devolveré el habla, y entonces les dirás: Esto dice el Señor. El que quiera oír, oirá, pero el que no quiera, no oirá. Porque son un pueblo rebelde.

Ezequiel 3,27

Hablar, hablar, hablar y hablar…las personas estamos todo el día hablando, diciendo cosas trascendentes e intrascendentes. De tanto que hablamos, la mayoría de las veces no escuchamos, sólo escuchamos nuestras propias voces, nuestras quejas, nuestros reclamos, nuestros enojos…Nuestros oídos se cierran para escuchar lo que los demás tienen para decirnos. ¿Acaso es que no queremos oír lo que es importante de escuchar?

Ezequiel se queda mudo. ¿Acaso no tenía nada trascendente para decirle al pueblo? Creo que sí. Dios lo utiliza sólo para decir lo que es trascendente, lo que verdaderamente importa; lo hace callar de palabras vanas y hablar en palabras divinas. Porque cuando Dios quiere decir algo a través del profeta, recupera el habla y no sólo eso, sino que tiene que decir: “esto lo dice el Señor”, que no es poca cosa.

Ante tanto barullo a nuestro alrededor, este texto de Ezequiel nos convida, cada día, a guardar silencio para lo intrascendente y solamente usar nuestras palabras para lo que es trascendente. Dejemos que Dios hable, nos hable y abramos nuestros oídos para escuchar lo que tiene para decirnos. El que quiera oír, oirá, pero el que no quiera, no oirá.

Callemos, hermanos, y vuelva el silencio, que ya hemos perdido el don de escuchar, y en este tumulto de nuestras palabras somos incapaces de escuchar a Dios. Callemos, hermanos, y que hable el Señor. (Canto y Fe Nº 109)

Lucía Doti

Ezequiel 3,22-27

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