Ahora Señor, tu promesa está cumplida.

Lucas 2,29

“¡Ya está!”, decimos con satisfacción cuando terminamos una tarea o cumplimos con una responsabilidad que se nos encargó. Cuando se termina el tiempo que nos parecía interminable y llega la persona que esperábamos.

“Ahora Señor”, dice este hombre justo, Simeón, que adoraba al Señor y “esperaba la liberación de Israel”. Uno que interpretó la Palabra de su Dios y esperaba pacientemente porque quería verla cumplida. Y yo escucho en su exclamación ese alivio y satisfacción de que llegó ese momento tan esperado. Es el primero que se encuentra con aquella familia que cumple con fidelidad y compromiso su fe, presentando a su niño al Señor en el templo.

La alegría y emoción al tener el niño en sus brazos, lo lleva a elevar ese canto de gratitud y alabanza: “puedes dejar que tu siervo muera en paz. Porque ya he visto la salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la luz que alumbra a todas las naciones y que será la honra de Israel” (v. 29-32).

Este es un canto que traduce, para todo el mundo, el nombre dado al niño: Jesús, profetizando y anunciando así el cumplimiento y realización de su acción: la llegada del Salvador a nuestras vidas.

Everardo Stephan

Lucas 2,25-35

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