Israel, pueblo de Jacob, el Señor que te creó te dice: “No temas, que yo te he libertado; yo te llamé por tu nombre, tú eres mío. No tengas miedo, pues yo estoy contigo”.

Isaías 43,1.5

En enero de fui testigo de pequeñas historias que refugiados sirios en Alemania viven cada día.

Observé sus caras, y en sus ojos se reflejaba mucha tristeza. El primer pensamiento rápido que se me ocurrió fue pensar, ¿qué les ocurre? ¿cómo pueden ser tan desagradecidos? Tienen cama limpia y tres comidas diarias, las cocineras se preocupan por cocinar comida siria, no les falta ropa ni abrigo, tienen actividades recreativas y sus hijos van a la escuela. Se podía ver una genuina preocupación por darles un hogar temporal hasta su integración en la sociedad alemana.

La explicación de los ojos tristes vino por parte de una mujer siria que hacía de intérprete y que en su tiempo libre enseñaba a coser a las mujeres refugiadas: “El dolor del desarraigo es muy profundo, están obligados a abandonar todo lo que conocen y aman para salvar sus vidas. Tomar la decisión de irse es traumático, el viaje hasta encontrar un lugar seguro resulta penoso, y no siempre todos los integrantes de una familia lo logran. La llegada a lo que esperan que sea su salvación no siempre resulta el fin de las penurias, y comenzar una vida nueva en un país con idioma, costumbres, religión, mentalidad diferente les produce miedo, que no pueden superar fácilmente”. Probablemente mis abuelos, al tomar la decisión de irse de Alemania y España, hayan pasado también por todo aquello.

Volví a leer el texto de hoy que habla del sufrimiento del pueblo por el desarraigo y me detuve en el versículo yo soy tu Señor, tu salvador, el Dios Santo de Israel. No tengas miedo, pues yo estoy contigo. Dios nos promete estar con nosotros en los momentos más difíciles de nuestra vida. No significa que siempre haya un final feliz, sino que él nos acompaña para hacer más soportable el viaje hasta el destino final.

Señor, te pedimos por los refugiados de las guerras y por los desarraigados a causa de fenómenos naturales. Que puedan confiar en tu promesa de estar con ellos para que no tengan miedo. Amén.

Gabriela García-Feege

Isaías 43,1-7

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