Ahías, el profeta,tomó la capa nueva que tenía sobre sí, la rompió en doce pedazos, y dijo a Jeroboam: “Toma para ti diez pedazos, porque así dice Jehová, Dios de Israel: ‘Voy a arrancar el reino de manos de Salomón y te daré a ti diez tribus. Si prestas oído a todas las cosas que te mande, andas en mis caminos y haces lo recto delante de mis ojos, guardando mis estatutos y mis mandamientos, como hizo mi siervo David, yo estaré contigo y estableceré firmemente tu dinastía’.”

1 Reyes 11,30-31.38

El profeta Ahías, a través de un lenguaje simbólico, da una noticia a Jeroboam. El anuncio tiene tanto que ver con una promesa, como con una advertencia.

En realidad el profeta marca dos caminos. La diferencia entre el camino de bendición y compañía de Dios y la destrucción está dada por la fidelidad de Jeroboam.

Si guarda los mandamientos y es fiel a Dios, su dinastía será fuerte y permanecerá firme. En cambio, si se aparta de los mandamientos y sigue su propio camino errará como su antepasado Salomón. Entonces, su reino no tendrá futuro.

No es el anuncio de un castigo. En realidad, Jeroboam tendrá delante suyo dos caminos posibles: la fidelidad o la infidelidad a Dios. De su elección y compromiso dependerán las consecuencias.

Esta palabra tiene que ver también con nosotros hoy. Jesús nos plantea lo mismo. Ser fiel a su llamado, tomar la cruz y seguirle o, en cambio, ir detrás de nuestros propios deseos e intereses. Las consecuencias de nuestras decisiones no son castigo de Dios. Las consecuencias de la fidelidad o infidelidad a Dios son frutos de nuestras propias decisiones.

Perdona Señor todas las veces que seguimos nuestros propios intereses y no buscamos tu reino y tu justicia. (Canto y Fe Nº 329)

Doris Arduin y Germán Zijlstra

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