Día de la Reforma

No tengan miedo de los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma; teman más bien al que puede hacer perecer alma y cuerpo en el infierno.

Mateo 10,28

Hoy celebramos 500 años de la Reforma, del día en que un pequeño monje agustino, “con temor y temblor”, se animó a enfrentar el poder del Papa. Lutero se animó a decir basta a los abusos del poder sobre el pueblo empobrecido e ignorante… y corrió riesgo por su vida.

Este versículo que compartimos hoy es la fuerza de muchas personas que, por no traicionar el Evangelio, se han enfrentado -y lo siguen haciendo- al poder de turno.

Hay un personaje ficticio, sobre el que se han escrito muchas versiones, que vende su alma al diablo: el Fausto. Él personifica a la gente que, por conseguir lo que desean, dejan atrás sus principios, afectos y escrúpulos.

En nuestro país, en los últimos tiempos, se han descubierto muchos casos de corrupción en el gobierno. Pero esto no es lo más grave, sino que lo consideramos natural, inherente. También es verdad que es muy nuestro buscar “una cuña” para conseguir un trabajo, un permiso. La excusa es que todo el mundo lo hace, que hay demasiada burocracia, lo que en parte es verdad. Pero a la vez nos hace cómplices de un sistema corrupto, nos transformamos en Faustos.

Como cristianos somos llamados a vivir concretamente el Evangelio. Damos testimonio a través de nuestra forma de vivir.  La honestidad es una de ellas. Como cristianos también somos llamados a denunciar todo aquello que atenta contra la justicia, la paz, la equidad y el amor.

Somos hijos de la Reforma. Seguimos los principios de ese monje que se animó a decir basta, a pesar del peligro. Animémonos a vivir en ese mismo espíritu.

¡Feliz día de la Reforma!

Estela Andersen

Salmo46; Isaías 62,6-12; Gálatas 6,1-9; Mateo 10,16-25; Agenda Evangélica: Mateo 10,26b–33

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