No me toca a mí juzgar a los de afuera; Dios será quien los juzgue. Pero ustedes deben juzgar a los de adentro. Por eso, quiten a ese pecador de en medio de ustedes.

1 Corintios 5,12

¿Una comunidad excluyente? Podría parecerlo hoy. Por eso es importante en nuestra lectura del texto bíblico el esfuerzo de contextualización que nos permita por lo menos de lejos, ponernos en el pensamiento de una comunidad naciente en el siglo I. Una comunidad frágil que debe defenderse de lo que puede atacar su salud y hacerle perder el centro su razón de ser: anunciar la vida nueva que por Cristo han recibido. Esa comunidad debe ser testigo de una nueva manera de vivir, porque si todo fue hecho nuevo, también ella lo fue. Una comunidad naciente que debe ser cuidada con amor, con ese amor que habilita la dureza cargada de ternura a la hora de considerar el peligro de caer.

Hoy, en una situación muy distinta, debe permanecer ese contenido de cuidado amoroso como responsabilidad de la comunidad con sus miembros, y la firme convicción de que ser testigos del Evangelio de Cristo que hace nueva nuestra vida, es su razón de ser.

La tentación a vencer puede ser doble con este texto. Por un lado, caer en la omisión de nuestro deber fraterno de corrección. Por otro lado, creernos jueces con capacidad de dictar sentencia e imponer castigo por las faltas ajenas.

Una comunidad inclusiva da cuenta hoy del amor que la une que está por encima de toda diferencia. No debemos confundirla con una permisividad a cualquier precio. ¿Sería hoy la expulsión la recomendación de Pablo? Podemos conversarlo. Lo que está fuera de duda es la responsabilidad de su cuidado.

Oscar Geymonat

1 Corintios 5,1-13

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