Uno de ellos, al verse limpio, regresó alabando a Dios a grandes voces, y se arrodilló delante de Jesús, inclinándose hasta el suelo para darle las gracias.

Lucas 17,15-16a

“¡Muchas gracias!” Frase que enseñamos a los niños desde pequeños, la decimos a diario en casa, en el trabajo, en la calle… o tal vez no, nos cuesta pronunciarla, o… ¿la decimos de corazón?…

¿Cuándo nos acordamos de dar las gracias? ¿En qué momentos? Nos es difícil dar las gracias cuando estamos en problemas, cuando lo negativo nos supera, pero también nos olvidamos de dar las gracias cuando la tormenta pasó, y todo vuelve a la normalidad. Lucas nos relata esta historia de sanación, donde Jesús sana a 10 leprosos, pero solo uno vuelve para darle las gracias y alabarlo a viva voz. Me imagino, sin saber de la vida de los otros 9, que sus vidas habrán cambiado rotundamente, habrán tenido posibilidades de trabajo, mejoras económicas, pudieron volver a insertarse en la sociedad… Sin embargo no volvieron para agradecer. Tal vez estaban apurados para comenzar otra vida, o no tomaron conciencia del milagro que había sucedido en su vida.

Nosotros ¿somos conscientes de los grandes favores que recibimos a diario de nuestro Dios? ¿Nos tomamos el tiempo para dar las gracias? ¿O también vivimos apurados? ¿O tampoco nos damos cuenta de los milagros que suceden en nuestras vidas? ¿Sabemos que también debemos dar gracias por lo negativo que nos sucede, porque nos está dando una enseñanza y haciéndonos crecer?

Jesús dice al que volvió: “Levántate y vete, por tu fe has sido sanado.” A esta frase la entiendo como una relación directa entre gratitud, fe y alegría.

Demos gracias en todo momento para que seamos bendecidos. ¡Gracias!

Inés Schmidt

Lucas 17,11-19

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