Y Herodes procuraba ver a Jesús.

Lucas 9,9

Suenan campanas en Belén dice el villancico. Otra vez. Pero esas campanas no solo tocan canciones de paz, sino a modo de alerta. Ese rey que procura ver a Jesús no quiere humillarse frente a él en adoración. Más bien busca destronar al Rey del Pesebre. Y donde hay tal sublevación de los reyes y gobernantes de la tierra contra Dios y su ungido (Salmo 2,2) corre sangre de inocentes y hay llanto y lamentación inconsolables (Mateo 2,16-18).

Como cristianos maduros, entonces, debemos saber ser, por un lado, sujetos a toda institución humana por causa del Señor (1 Pedro 2,13) y, por el otro, ser sobrios y velar (1 Pedro 5,8). Por eso la madurez de la fe tiene que ver con una resistencia firme en la fe (1 Pedro 5,9).

Esa resistencia es necesaria frente tanto ante los gobernantes que ni temen a Dios ni respetan al ser humano, como también ante aquellos que con astucia se dejan bendecir públicamente o gobiernan con la Biblia sobre su escritorio. Por unos y por otros hemos de interceder. Pero es más: ante unos y otros con nuestras vidas, comprometidas, hemos de proclamar que esa intercesión se debe a nuestra obediencia al Rey del Pesebre, por medio de quien Dios quita a los poderosos de su trono y levanta a los humildes (Lucas 1,52).

Puede que eso incluso llegue a ser beneficioso para quienes se sienten en los pequeños y grandes tronos de bronce, plata u oro. Tal vez esa intercesión y esa proclamación sean la razón por la cual se cumplirá lo que cantamos: Te alabarán, oh Señor, todos los reyes.

Michael Nachtrab

Lucas 9,1-9

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