Si alguien cree que conoce algo, todavía no lo conoce como lo debe conocer.

1 Corintios 8,2

El fragmento de hoy trata sobre el orgullo de creerse conocedor de la verdad y procura resolver disputas sobre la alimentación y los sacrificios a los ídolos señalando que tenemos un solo Dios y un solo Señor, aclarando así más controversias que con supuestas sabidurías. Menos mal que el conocimiento del Evangelio no nos viene a través de algún idioma en particular, o de estudios de filosofía o de historia, o mediante la ciencia. Así puede llegar a todos los humanos, incluso a todos los seres de la Creación mediante el buen trato que les podemos dar. La buena noticia no nos llega sistemáticamente como en un manual de instrucciones o en un libro de matemática. La aprendemos con metáforas y también con paradojas, es decir aparentes contradicciones, que tienen mucho contenido como “El que trate de conservar su vida, la perderá; pero el que la pierda, la conservará”, “Den a otros, y Dios les dará a ustedes” o “Si alguien quiere ser el primero, deberá ser el último de todos, y servirlos a todos”. También hay aparentes contradicciones en la famosa oración de San Francisco de Asís. Estas paradojas, como la idea del versículo de que “quien cree que conoce, no conoce”, son importantes para la revolución pacífica que propone el Nuevo Testamento. Se trata de cambiar los puntos de vista y cuestionar las estructuras y las jerarquías del mundo, en contra de muchos de sus conceptos de éxito y de sabiduría.

Tomás Tetzlaff

1 Corintios 8,1-6

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