Los presentaron a los jueces diciendo: – Estos judíos están alborotando nuestra ciudad, y enseñan costumbres que nosotros no podemos admitir ni practicar, porque somos romanos.

Hechos 16,20-21

Es verdad y valioso cuando algún miembro de la parroquia me aconseja: “Pastor, no debería decir nada respecto de tal o cual partido político en sus predicaciones”. Ciertamente no es nuestra función ser un partido político más de los que ya existen en medio de nuestra sociedad. Sin embargo, el Evangelio de Jesucristo tal como lo entendemos, leemos e interpretamos es un desafío político y tiene una definición sobre temas que muchas veces nos colocan en confrontación con los poderes temporales que ostentan quienes nos gobiernan.

Así, por ejemplo, el Evangelio tal como lo leemos es claro respecto a la dignidad humana y el valor que cada persona tiene. También la palabra de Dios nos dice que ningún ser humano debe tratar a otro como un objeto para beneficio propio, ni lucro, ni opresión.

No se debe dejar al indigente sin un techo ni hacer uso de la usura para someter la voluntad de nadie. El Evangelio que predicamos es el Evangelio que, al igual que en tiempos de Pablo, estamos desafiados a predicar aun en contra de costumbres o leyes, aun en contra del desprecio de aquellos que ejercen poder sobre nosotros. Pues siempre y en cada tiempo la palabra de Dios debe mantener el sentido escatológico (esperanza y eternidad) que posee su mensaje. No debería existir en ningún caso el encarcelamiento de la palabra de Dios, ni aun cuando pareciera que un gobierno se apropiara de sus intuiciones, pues correríamos el peligro de asimilar el Evangelio a una determinada manera de hacer política; o incluso a una determinada manera de ser Iglesia.

Los apóstoles se ven confrontados y acusados de sedición. Nuestro rol como iglesia nunca debe claudicar en bien de los que menos tienen; nunca debe alienarse con ningún modelo, pues predicamos y sostenemos el mensaje de Dios, que se alza contra toda corrupción tanto como se alza contra cualquiera que no valore la vida humana por sobre números, estadísticas y superávit económicos.

Simón Pedro le respondió: Señor ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. (Juan 6,68)

Sergio López

Hechos 16,16-24

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