Alégrense siempre en el Señor. Repito: ¡Alégrense! Que todos los conozcan a ustedes como personas bondadosas. ¡El Señor está cerca!

Filipenses 4,4-5

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Vivo con mi esposa en una ciudad que tiene alma de pueblo. Todos saben todo de todos, excepto yo, que soy “nuevo”. A mí también me conocen, y me lo dicen: “Yo sé quién es usted. Usted trabaja en el Hogar Germán Frers.” Y cuando les digo que no trabajo allí, y que sólo doy los cultos los domingos a las 10 de la mañana, entonces se sonríen, porque eso también ya lo saben.

O sea que saben bien quién soy, y que soy pastor de esa iglesia junto al Hogar G. Frers.

Y por eso esperan de mí que me comporte como tal – siempre.

Y, sinceramente, esto es un problema, porque en esos días, en los que yo, como cualquier otro, “me levanté con la patita izquierda”, también sigo siendo “el pastor de la capilla junto al Hogar”.

Por eso Pablo nos escribe: Que todos los conozcan a ustedes como personas bondadosas, porque siempre estamos “en la vitrina”, y muchos nos miran.

Creo que eso es así porque la sociedad, la gente, busca personas que podrían ser un ejemplo, podrían ser referentes de conducta. Y eso no de-pende de si lo queremos o no. Pero eso no sólo les pasa a los pastores. Todo cristiano está en la misma situación, en el mismo “pedestal de ex-posición”, queramos o no. Y nadie entenderá si pensamos que necesitamos un “descanso de la buena conducta”.

Sin embargo, Pablo nos explica que tenemos que darle media rosca más. Él nos escribe: Que todos los conozcan a ustedes como personas bondadosas. O sea, no sólo “portarse bien” es la meta, sino que nos conozcan como personas bondadosas.

¿Y de qué otra forma podríamos ser para tener chances de predicar con nuestra manera de ser? La palabra: “evangelio” significa también no-ticia que “alegra”, que te pone “contento”. Y el día que te levantes con la patita izquierda junta las manos y da gracias a Dios por su bondad para contigo, por el Salvador que te envió, para que te libre de la amargura del pecado, regalándote la alegría de saber que le perteneces. ¡Amén!

Filipenses 4,1-9

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