Cada vez que el Señor hacía surgir un caudillo, también lo ayudaba, y durante la vida del caudillo libraba a los israelitas del poder de sus enemigos, pues sentía compasión de ellos al oírlos gemir por causa de la opresión que sufrían.

Jueces 2,18

Muchos relatos bíblicos del Antiguo Testamento, suelen ser dejados fuera de nuestra lectura cotidiana de la Biblia, ¿por qué?
Quizás por la simple razón de que muchos de ellos están cargados de violencia, historias de guerras y conquistas que narran la historia de diferentes pueblos, en torno al pueblo de Israel.
La Biblia nos relata el caminar de ese pueblo en la historia y su relación con Dios. Hoy, desde nuestro contexto podemos ser muy críticos con la forma en que el pueblo de Israel justificaba sus grandes hazañas y sus conquistas, pero no por ello podemos dejar de lado estos textos bíblicos, porque en ellos también se da a conocer el amor de Dios. Y aunque para el pueblo de Israel, la desobediencia a Dios era la causante del sufrimiento y la opresión de otros pueblos hacia ellos, este texto nos muestra una característica muy humana de Dios: “La compasión”. Vemos a un Dios que escucha el sufrimiento de su pueblo y se compadece.
Muchas veces hay personas que suelen decir: “El Dios del Antiguo Testamento no es el mismo que el del Nuevo”, pero para mí hay un gran error en esta deducción. Dios ha sido, es y será siempre el mismo Dios, el Dios que se compadece de su pueblo desde el principio al punto de llevarlo a la cruz en la persona de Jesucristo.
Queridos hermanos y hermanas, les invito a dejarse encontrar por este Dios compasivo y amoroso. Dios del Antiguo y Nuevo Testamento cuyo amor se hace presente en la creación toda.

Raúl Müller

Jueces 2,6-23

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