David envió mensajeros y la tomó; y cuando ella vino a él, él durmió con ella. Después que ella se purificó de su inmundicia, regresó a su casa.

2 Samuel 11,4

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2 Samuel 11 es el relato de una violación. La violación de Betsabé por parte del rey David.

Los israelitas no habían escuchado al profeta Samuel cuando les ad-virtió que no les convenía tener un rey, porque un rey se apoderaría de sus tierras más productivas, de sus cosechas, de sus criados y criadas, de sus mejores animales, e incluso de sus hijas (1 Samuel 8,11-18).

Samuel no había exagerado. En el momento de la violación de Betsabé, el rey David tenía seis esposas: Ahinóam, Abigail, Maacá, Haguit, Abital y Eglá (2 Samuel 3,2-5). También tenía concubinas (2 Samuel 15,16). Pero esto no le alcanzaba para satisfacer su voracidad sexual. David estaba dispuesto a tomar para sí a la mujer que le diera la gana.

Betsabé no fue culpable de nada por el hecho de que la vieran mientras se bañaba. Su violación fue responsabilidad de David. Y en el hecho de que se purificara de su inmundicia reconocemos la necesidad que tiene toda mujer violada de lavarse los genitales con agua y jabón, aun a riesgo de remover la evidencia del delito.

Betsabé no tenía a quién denunciar lo sucedido. Sólo pudo volver a su casa y rezar para que no sucediera lo que finalmente sucedió, y que en otras circunstancias habría sido motivo de gran alegría. Betsabé quedó embarazada, y cuando se lo comunicó a David, el rey sólo se preocupó por encubrir su delito a cualquier precio.

No permitamos que ningún delito de violación quede impune.

Andrés Roberto Albertsen

2 Samuel 11,1-27

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