Fíjate bien: hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal.  Lo que yo te mando hoy es que ames al Señor tu Dios, que vayas por sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y para que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra de la cual vas a tomar posesión.

Deuteronomio 30,15-16

 

Tendrás que decidirte. ¿Estás por el bien o por el mal?

Para decir verdad, eso me parece muy sencillo – precisamente porque no es tan sencillo. No conozco a nadie que a propósito se decida por hacer algo malo. Todas las personas a las que conocí quieren ser gente buena.

El mal tiene otro aspecto. Lo encontramos como cobardía, como tontería, como comodidad. El mal se comporta como los famosos tres monos: no ver nada, no escuchar, no decir nada. Siempre de nuevo me chocan estas noticias: en plena calle una persona es apaleada o hasta asesinada, muchos lo ven, nadie ayuda. Todos miran  hacia otro lado.

Pero también hay esperanza: están aquellos que se meten. Que con coraje intervienen y se colocan delante de la víctima protegiéndola.

Éstas son para mí las decisiones en la vida diaria que hacen la diferencia entre el bien y el mal. ¿Me agacho de manera cobarde o me opongo cuando otros son perjudicados y discriminados?

Oración: Señor, que pueda ser instrumento de tu paz, donde haya odio, que yo ponga el amor, donde ofensas hay, que yo brinde el perdón, donde hay discordia, que procure la unión. Amén.

 

Heike Koch

Deuteronomio 30,11-20

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