Y todo lo que hagan, háganlo con amor.

1 Corintios 16,14

Una vez más, tengo la certeza de que este texto fue escrito para mí, para este preciso momento de mi vida, como en tantas otras oportunidades ya me ha sucedido.

Han pasado tres semanas del inicio de clases mientras comparto estas palabras. Un inicio de año lectivo complicado para quienes estamos vinculados a la escuela técnica en la que trabajo. Alrededor de cien vidrios rotos en nuestros talleres por un temporal de granizo, cursos con más de 50 alumnos, falta de aulas, preceptores desorientados, profesores irritados, padres con muchas preguntas, nuestros reclamos docentes en plena vigencia y un sistema cuya lentitud para dar solución a los problemas, llega a enfermar.

Parece difícil con semejante panorama, ponerle amor a todo lo que hacemos. Y lamentablemente no fui capaz de mantener la calma que hubiera querido tener en el caos general. En estos días pasados, tuve algunas situaciones con compañeros y alumnos, en las cuales lejos estoy de sentir orgullo por mi proceder.

Leer este versículo junto con los que lo preceden me llevó a reflexionar y siento que estoy en deuda. Estoy en deuda con mis pares, porque todos estamos pasando por la misma situación. Estoy en deuda con mis alumnos, porque se supone que ellos están tomándome como un modelo y así no les aporto nada. Pero por sobre todo estoy en deuda con Jesús, quien en un supremo acto de amor murió por mí.

Debo pedir disculpas, debo demostrar que una simple sonrisa, un saludo amable, una palabra de aliento son, sin duda, un buen inicio para hacer las cosas con amor. Si no tengo amor, ruido y nada más. Si no tengo amor, nada nada soy. (Fragmento de la canción “Si yo conociera”)

Alejandro Faber

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