Hijos, obedezcan a sus padres, pues esto es un deber: Honra a tu padre y a tu madre para que seas feliz y goces de larga vida en la tierra. Y ustedes, padres, no sean pesados con sus hijos, sino más bien edúquenlos usando las correcciones y advertencias que pueda inspirar el Señor.

Efesios 6,1.3-4

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La palabra honrar tiene muchas acepciones, algunas de ellas muy pesadas para los hijos, y también para los padres/madres; otras acepciones, en cambio, nos ayudan a construir un vínculo saludable, nos permiten leer este mandamiento en un ida y vuelta. Si somos padres es porque hemos sido hijos, y si hemos aprendido a ser padres respetuosos de nuestros hijos, tendremos la posibilidad de que nuestros hijos aprendan a ser hijos respetuosos.

Los hijos e hijas “llegan con un pan bajo el brazo” decían…, pero lo que no faltará, y esto está comprobado, es la duda. De pronto to-das nuestras certezas desaciertan, y lo que parecía tan claro y obvio se llena de dudas… Entonces ser padres/madres se siente pesado y necesitamos combatir nuestras ansiedades y comenzar a aprender a ser los padres/madres que podremos ser. Y como del dicho al hecho hay un largo trecho, tenemos que darnos el espacio para errar, aprender y reparar una y otra vez, y otra vez…, espacio para ser un ejemplo saludable y reparador.

Necesitamos que nuestras hijas e hijos adquieran herramientas para ser adultos, animarse a experimentar y errar hasta aprender algunas cosas propias y así, como Dios hace con nosotros, respetar sus tiempos y crecimientos.

Que nuestro Padre nos dé la posibilidad de aceptar a nuestros hijos e hijas con sus particularidades, así como él nos acepta en nuestra diversidad.

Peter Rochón

Romanos 12,9-13; Efesios 6,1-4

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