De cierto os digo, que, si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.

Mateo 18,3

Jesús no solamente vino para darnos la seguridad de la vida eterna, vino ante todo para enseñarnos a vivir nuestra vida en este mundo y en nuestro tiempo. Estas palabras de Jesús son la respuesta a la pregunta de los discípulos: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos? La respuesta es el resultado de estar equivocando el camino.

Esa equivocación está fundada en que la pregunta encierra un interés personal y egoísta. Cuando nos sentimos con derechos adquiri-dos por haber estado tanto tiempo en alguna comisión de la iglesia, o por venir de una familia que siempre estuvo en la iglesia, creyendo que eso nos posiciona por encima de otros, erramos el camino. Perdemos la humildad que caracteriza el seguir y servir a Cristo.

En la imagen del niño, Jesús enseña que lo que engrandece a las personas y en especial al creyente, no son sus títulos, portación de apellido, status social, cargos dentro y fuera de la iglesia, sino la humil-dad con la que se maneja en su vida y lo que se brinda por los demás. El ministerio no es algo adquirido por mérito propio, es más bien un llamado a servir en la plena conciencia de que es dado y depende de nuestro Dios y que se puede sostener, siempre y cuando se mantenga la relación de confianza entre el dador y quien lo recibe. En el mismo Evangelio encontramos las palabras de Jesús que resumen todo su ministerio, y el ministerio de la Iglesia tiene que estar en consonancia con él.

El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por muchos. (Mateo 20,28)

Jorge Buschiazzo

 

 

 

 

 

 

 

Mateo 18,1-14

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