La gente comenzó entonces a gritar: “¡Este que habla no es un hombre, sino un dios!” En el mismo momento, un ángel del Señor hizo que Herodes cayera enfermo, por no haber dado honor a Dios, y murió comido de gusanos.
Hechos 12,22-23
Adán trabaja noche y día sin parar, todos admiran su éxito y aplauden su inteligencia y dedicación al trabajo. Ante cada halago, Adán responde: “es mi esfuerzo, todo mi esfuerzo… yo soy el gestor de mi éxito y nadie me regaló nada”.
Tanto ha repetido sus argumentos que olvidó su historia.
Olvidó a sus padres haciendo grandes esfuerzos para que él pudiera ir a la escuela en lugar de quedarse trabajando como tantos de su generación. Olvidó también la dedicación de los médicos que salvaron su mano derecha tras un accidente en la infancia. Olvidó la educación pública que le dio herramientas técnicas y sociales para su desarrollo personal. Olvidado está el tiempo de esfuerzo familiar que le dio la base para iniciar su empresa…
Dios le ha regalado tanto, que supuso que es natural que así fuera, y se supone, solo, mirando su ombligo repite “el fruto de mi esfuerzo es mío, sólo mío”.
Nunca aprendió a conjugar el verbo “no ser Dios”.
Yo no soy Dios
tú no eres Dios
él no es Dios
nosotros no somos Dios
vosotros no sois Dios
ellos no son Dios
Sólo Dios es “el que siempre está siendo”.
Peter Rochón
Hechos 12,18-25