Jeremías se dirigió a los jefes y al pueblo, y les dijo: “El Señor fue quien me envió a hablar en su nombre…”

Jeremías 26,12

Una nueva oportunidad, es la que tantas veces cabe darle, a quienes por innúmeras razones, o quizá intrascendentes motivos, no logran centrarse en lo ofrecido, o lo planteado. Aun cuando lo sea en su propio beneficio.

Y es lo que a su vez, desencadena consecuencias más graves, que van desde ser objeto de juicio, lo que facilita más errores, o pe-cado, tanto por el oferente como por el “receptor”. Las veces que quienes sin formación, o profundización en lo espiritual, o aislados en la subcultura del consumo, no ven ni distinguen la oportunidad no sólo de aprender, de corregir sus errores, ni tampoco de enseñar, a quienes carecen de modelo. Y así se va generando una brecha cada vez más honda, de la que también se torna arduo remontar hacia el reconocimiento, mellada la dignidad de la persona, por percibir su distanciamiento del “centro”, y no hablamos de poder, ni de autoridad, sino el de la vida en común.

Por otro lado, aquellos que oyen, pero no escuchan, o al oír, se les genera el conflicto con lo que venían haciendo o sosteniendo y, sin más, desoyen el bien que les es ofrecido, el rumbo señalado, insta-lados en la costumbre, (a la que no obedece ninguna razón, siquiera) prosiguen en ella.

Cuántos han entregado y entregan su vida al rescate de quienes no van en procura de enmendar sus caminos. Cuántos siguen sembrando la Palabra con la Vida, el ejemplo y todo su ser. Y cuántas veces, no les es tenido en cuenta, sino cuando ya mártires, ya tarde.

Es que es cierto, que nadie merece ser tenido en menos, de tal suerte, que le sea arrebatada la vida.

Ana Oxenford

Jeremías 26,1-19

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