¿Cómo podré hablar con mi señor, si soy su humilde siervo? ¡Y es que al instante me faltaron las fuerzas, y me quedé sin aliento!

Daniel 10,17

Este versículo me trae a la mente el inicio de mi Ministerio Pastoral siendo muy joven. Fui destinado a hacerme cargo de una Congregación en Paraguay. Me preguntaba: ¿Cómo voy a guiar y ser un buen ejemplo cristiano a todas estas familias? ¿Con qué autoridad voy a estar al frente de tamaña responsabilidad? Finalmente lo hice, disfruté, sufrí, me alegré y por momentos me entristecí. A pesar de ser un humilde siervo de Dios, sin experiencia, pude sentir la mano de nuestro Dios omnipotente. Así como me eligió y llamó no me dejó faltar su amor y su gracia. Muchas veces también quedé sin fuerzas y sin aliento. Todos los colaboradores que fueron surgiendo espontáneamente, eran llamados por este Dios fiel que nunca abandona a sus siervos.

No tomamos conciencia de que es un privilegio servir a Dios en una comunidad cristiana. Cuando nos disponemos a compartir nuestros dones junto al pueblo de Dios, Él nos equipa con recursos y herramientas para llevar adelante su obra.

Asumamos tareas activas en la comunidad del pueblo de Dios. Seremos parte de una experiencia que nos cambiará y creceremos como seres humanos. Veremos muy de cerca los frutos de la misericordia de Dios transformando vidas, incluyendo las nuestras.

Aceptemos la invitación de nuestro Creador y formemos parte, siendo protagonistas, de la historia de Salvación de la humanidad. Cada día de vida es un regalo de Dios, usemos todos los días para dar gloria y alabanza a su Santo nombre.

Fabián Pagel

Daniel 10,1-21

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