Después de haberlos azotado mucho, los metieron a la cárcel, y ordenaron al carcelero que los vigilara con el mayor cuidado… Pero a eso de la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios… vino de repente un temblor tan fuerte que sacudió los cimientos de la cárcel. En el mismo momento se abrieron todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas.

Hechos 16,23-26

Una historia dramática con final feliz. Pablo y Silas: torturas, cárcel, inmovilización y cantos de alabanzas a Dios… ¿Cómo es posible esto? ¿Cómo se sobrevive a una situación tan violenta?

Hay personas que han conocido o conocen lo que es estar en cárceles. Las de piedras, rejas y muros. Y también de las otras, que nos mantienen encerrados y nos quitan la libertad.

¿Será que es cuestión de tener suficiente fe y una fe alegre para que se produzca un milagro? ¿Y que si fuese necesario Dios mandaría un terremoto? Parece que tan simple no funciona la cosa. A veces los milagros suceden de manera inesperada… Quizás Dios nos regala las fuerzas para realizar una tarea para la cual no estábamos preparados, o para sobrellevar una situación adversa difícil de cambiar… Posiblemente pocos han tenido la fortaleza de Dietrich Bonhoeffer, quien desde 1943 por su postura ante el Nacionalsocialismo y su vínculo con la Resistencia estuvo prisionero en Tegel y allí escribió el hermoso poema: “Amparados maravillosamente por buenos poderes, esperamos confiados en lo que sucederá, Dios está con nosotros de mañana y de noche, y en cada nuevo día con seguridad”. Bonhoeffer seguramente sabía lo que le esperaba. Y no contaba con un terremoto que lo liberaría. Y aun así se entrega en manos de Dios. Ni siquiera la prisión o la muerte pueden separarlo de él. ¡Una confianza así en Dios me gustaría tener! ¿Será que hay que ser una excepción para ello?

Como testigos del Evangelio, habrá que ponerse en marcha. Quizás en comunión con otros hermanos y hermanas es más fácil. Y puede así renacer la esperanza y abrirse las cárceles que nos mantienen prisioneros…

Mario Bernhardt

Hechos 16,23-40

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