Muchos de los judíos creyeron en Jesús, incluso algunos de los más importantes. Pero no lo decían en público por miedo a los fariseos, para que no los expulsaran de las sinagogas.  Preferían la gloria que dan los hombres a la gloria que da Dios.

Juan 12,42-43

Esta es una situación con la cual nos podemos identificar muchas veces… situaciones en que tenemos que elegir cuál camino vamos a tomar. Y es especialmente importante en este tiempo de abandono de la fe. Si buscamos agradar a los demás, ¡con qué rapidez podríamos pasar al lado de los que niegan a Jesús!

Cuando tenemos miedo de lo que los demás pueden pensar de nosotros, o a perder el reconocimiento y aprobación de los otros, o a perder el prestigio o privilegio que la sociedad nos ha dado, hacemos todo el esfuerzo para complacer, para quedar bien. Y hasta llegamos a aceptar cosas de las cuales no estamos convencidos. No nos importa el costo, pero queremos evitar tener cualquier clase de oponentes. Y tenemos conductas que no podemos justificar.

Jesús nos exhorta a que lo escojamos a él y sigamos su camino. En todo lo que hacemos y decimos debemos complacer a Dios. Hagamos este compromiso. Es un compromiso con la cruz. Aunque seamos rechazados en más de una ocasión o debamos sufrir la hostilidad.

¡Si yo quisiera quedar bien con los hombres, ya no sería un siervo de Cristo! (Gálatas 1,10).

Con esta declaración, el apóstol Pablo tocó un punto muy sensible para los cristianos.

Oremos para que sepamos hallar la verdad que debemos vivir y anunciar, y que como iglesia tengamos una organización y estilo de convivir conveniente para ser fiel a Dios y busca sólo su gloria.

Mario Bernhardt

Juan 12,37-50

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