Le dijeron: “¿Con qué autoridad haces estas cosas? Y ¿quién te dio esta autoridad?”

Mateo 21,23

Al leer esta porción de Mateo 21 podemos pensar, recordando del mismo evangelio (7,29) donde se menciona la admiración de los oyen-tes del Sermón del Monte que: les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas. Nuevamente, en la lectura de hoy vemos a Jesús enseñando, pero en el templo. Ahí, los que se sentían “dueños de casa”, o sea, gente de la casta sacerdotal, piden a Jesús una mues-tra de esa autoridad, lo que hoy en lenguaje vulgar diríamos “querían tirarle de la lengua”, o “hacerle pisar el palito”; y también, de dónde la había recibido. Pero, por lo que les contesta con otra pregunta, se nota que Jesús no estaba dispuesto a darles la respuesta correcta. Tal vez no era ni el momento ni la hora. Esa pregunta de Jesús les crea a los del sacerdocio un serio dilema, ya que lo habían encarado pública-mente y debían responderle ahí. Pero no les convenía decidir cualquier cosa que los comprometiera. Entonces optaron por mentir diciendo: “no sabemos”. Si ustedes no hablan, yo tampoco, les contestó, dando el Señor el toque final a la entrevista.

Desde la adolescencia la autoridad es algo cuestionado por todo ser humano. El dominio de algo o alguien sobre nosotros nos molesta y desagrada empujándonos a la rebeldía y desobediencia, pero la cosa cambia si quien la ejerce lo hace con amor.

Por eso los mandamientos del Señor se pueden cumplir, porque han sido dados por alguien tan amoroso que al fin dio su vida para salvar la nuestra, porque nos ama y protege.

Su autoridad es legítima, dada por Dios, sirviendo a los hombres, enseñando cómo se debe ejercer.

Esa es la enseñanza del pasaje leído. Estamos siendo invitados a seguir el ejemplo de Jesucristo, y si nos toca tener autoridad, hacerlo con el mismo amor, paciencia y justicia como él lo hizo.

Cristo, tu voluntad gozoso cumpliré; servirte con lealtad será mi gran placer; no quiero yo trazar mi propia senda aquí, sino contigo andar hasta la eternidad. (Cántico Nuevo Nº 304)

Alicia S. Gonnet

Mateo 21,23-27

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