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Esta alegoría les dijo Jesús, pero ellos no entendieron qué era lo que les decía.  

Juan 10,6

Definitivamente, a veces no nos entendemos.

Pensando en todos esos momentos en los que no nos entendemos, parafraseo unas palabras de Jorge Drexler, músico y compositor uruguayo, acerca de la diversidad de la música que nos une y nos contiene como un lenguaje universal.

“El patrón rítmico de la milonga rioplatense viene desde África, pero desde el siglo IX se lo marcaba en Persia y se hace conocida hasta en España, llevada por los moros. Cinco siglos después cruza a América con los esclavos africanos, mientras en los Balcanes se junta con una escala gitana, de donde es llevado por los judíos a Ucrania y de ahí a Nueva York donde los inmigrantes lo cantan en sus salones de fiestas. Allí vivía un argentino descendiente de italianos, Astor Piazzolla, que toma ese ritmo para renovar el tango a mediados del siglo XX. Astor tocaba en su bandoneón, un instrumento alemán del siglo XIX creado por un pastor luterano, quien lo había diseñado para las iglesias que no se podían permitir comprar un órgano. Instrumento que increíblemente termina en el Río de la Plata convirtiéndose en la esencia misma del tango y de la milonga, al igual que otro instrumento tan importante como el bandoneón: la guitarra española.”

No importa en qué idioma hablemos. Dios nos entiende aun cuando estamos en silencio. Nuestro patrón es la interculturalidad, pero Dios nos atraviesa, nos vivifica y nos redime.

En silencio o con música. Alaba a Dios, canta con alegría. Los malvados no tienen canción.

Alabemos al Señor con corneta, salterio, arpa, pandero, danza, cuerdas, flauta y címbalos. Alabemos al Señor.

Aníbal Barengo

Juan 10,1-10

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