Donde esté la riqueza de ustedes, allí estará también su corazón.

Lucas 12,34

Con esta palabra, Jesús llama a una revisión íntima en qué confiamos de corazón. Invita a confiar en la guía del Amor divino. Poco antes de esta afirmación, Jesús plantea que por más que nos preocupemos no podemos agregarle ni una hora a nuestra vida. Riqueza consiste en poder trabajar por el sustento de cada día, y satisfacer las propias necesidades con un trabajo digno.
Al sentir la seguridad que el dinero que se gana en realidad es suficiente (aunque el entorno empuje a siempre ganar más) Dios está proveyendo para nuestras necesidades. ¿Las cosas por las que nos preocupamos son necesidades genuinas? ¿Estamos sólo empeñados en aumentar nuestra riqueza/dinero como único objetivo, pero perdiendo el rumbo de nuestra vida? ¿Nos preocupa la creciente riqueza que no sabe o no quiere auxiliar a la pobreza y la miseria?
No existe tal cosa como un “evangelio de la prosperidad”. Si la Buena Nueva del evangelio es Jesús el Cristo, aquellos que prometen riqueza, multiplicación y abundancia material no representan el mensaje del Maestro. No es del evangelio el predicador cuyo anuncio es expedir un pasaporte al cielo a cambio de una palabra de fe. Además, con la promesa de beneficio económico.
Jesús no demanda que quienes tienen, se despojen y caigan en pobreza por brindar ayuda. Si todos los seguidores de Jesús usáramos nuestro trabajo y riquezas para mitigar y prevenir la pobreza, nos convertiríamos en el medio de provisión de Dios para los que se encuentran en una situación desesperada. Hagamos una revisión en qué confiamos de corazón.
¿Usted está colaborando en alguna obra de su iglesia, o de su comunidad en servicio al prójimo?

Bruno Knoblauch

Lucas 12,22-34

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print