Pero Pablo contestó: “¿Por qué lloran y me ponen triste? Yo estoy dispuesto, no solamente a ser atado sino también a morir en Jerusalén por causa del Señor Jesús.”

Hechos 21,13

Las despedidas casi siempre son tristes y dolorosas. Máxime aquellas despedidas de seres queridos próximos a su partida. Sabemos que tanto la enfermedad como la muerte son una realidad en este mundo que vivimos, y, también, que esta realidad muchas veces nos sobrepasa y nos supera. Cuando nos enteramos de que un familiar o un amigo están atravesando alguna dificultad o experimentando alguna dolencia, la mayoría de las veces nos preocupamos y abatimos. Nos sentimos superados por lo que ocurre, o, sentimos que no estamos preparados para enfrentarlo. Los amigos y compañeras del apóstol están experimentando el lloro y la tristeza de la despedida. Y Pablo no agrega mayor sufrimiento, por el contrario, les anima a la esperanza. Su sufrimiento y su muerte son por causa de aquel a cual él ha predicado y testimoniado en su apostolado. Por eso está dispuesto a ser atado… a morir en Jerusalén, porque su vida y su ministerio han sido en consonancia con lo que ha creído y vivido. En el sufrimiento y la cruz de Jesús, adquiere sentido y significado su propia cruz y sufrimiento. Ninguno de nosotros y nosotras podrá escapar a la experiencia de la muerte, es parte de esta vida, pero será diferente el tránsito si ésta, nuestra vida, ha adquirido pleno sentido en Cristo. Vivir una vida con sentido y propósito, y, que el centro de nuestra vida sea Jesucristo, hará posible que cuando llegue el tiempo también podamos afirmar: Yo estoy dispuesto a morir por causa del Señor.

David Juan Cirigliano

Hechos 21,1-14

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