Una gran multitud salió al encuentro de Jesús. Y  Jesús se volvió a los discípulos, y aparte les dijo: «Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven.»

 Lucas 9,37; 10,23

Una multitud. Todos juntos caminando. Buscan. Necesitan. Claman.

Es una multitud de personas perdidas en la vida… perdidas por el abandono en medio de sus necesidades, perdidas por los prejuicios que sufrían a diario. Perdidas y con la necesidad de encontrar quien no mire para otro lado y los tome en serio con palabras y gestos de amor.

Y ahora, allí está Jesús, a su encuentro van. No quedan decepcionados. Jesús es quien acepta, recibe, comprende. Lo buscaban para compartirle sus necesidades, sus lamentos, sus preocupaciones. Y lo hicieron porque antes ya encontraron en Jesús a alguien con brazos abiertos dispuestos a recibir, amar, ayudar y sanar.

Vayamos también nosotros al encuentro de Jesús. Él nos recibe de brazos abiertos dispuesto a escucharnos, acompañarnos y ayudarnos. Que podamos encontrar nosotros en su palabra, al igual que aquella multitud que fue al encuentro de Jesús, aliento en momentos difíciles, fortaleza en la debilidad, esperanza en la oscuridad de cada día.

¡Que así sea!

A ti acudimos sedientos. ¡Ven, Señor! Tenemos fe en tu misterio. ¡Ven, Señor!
Queremos darte la vida, ¡ven, Señor!, con sus dolores y dichas. ¡Ven, Señor!
Perdona nuestros pecados. Ven Señor! Por eso en ti confiamos. ¡Ven, Señor!
Y hallaremos las fuerzas, ¡ven, Señor! para olvidar las ofensas. ¡Ven, Señor!

(Canto y Fe Nº 138)

Christian Stephan

Lucas 10,21-24

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