El hombre me trajo de vuelta a la entrada del templo, y vi que brotaba agua por debajo del umbral, en dirección al oriente, que es hacia donde da la fachada del templo. El agua corría por la parte baja del lado derecho del templo, al sur del altar.

Ezequiel 47,1

Una de las cosas fascinantes de la Biblia es la imaginación que encontramos en cada uno de los textos. Pero no se trata de una imaginación que sólo se limita a desconectarse -lo que sería grave y muy peligroso, ya que nos puede llevar a eludir la realidad.

El texto nos habla acerca de cómo Ezequiel ve otra realidad, en medio del dolor en el que se encuentra el pueblo. Una realidad distinta en medio de un pueblo que se ha olvidado de seguir a Dios.

Esta imaginación que encontramos tiene que ver justamente con el rol del profeta, que es denunciar y anunciar otra realidad, el poder mirar y ver hacia el futuro, y ver cómo Dios tiene otros lugares, planes de paz y esperanza para el pueblo.

Nuestra fe nos debe llevar por ese camino: el de poder buscar otra realidad, siempre con la alerta de que esa que buscamos sea la de Dios, sea la de compartir el Dios de la vida, porque podemos terminar cayendo en que la realidad que buscamos sea la humana.

En Argentina hemos vivido muchos fanatismos políticos, y hemos caído en el error de confundir política con partidismo. Hemos dejado de ver la realidad de Dios, hemos caído en la idolatría de venerar a nuestros políticos, cuando ellos son nuestros servidores.

Pidamos a Dios que nos muestre su otra realidad, y que vivir en ella sea nuestro compromiso y testimonio como cristianos. Amén.

Javier Gross

Ezequiel 47,1-12

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