Les ruego por lo tanto, como un padre ruega por sus hijos, que me abran su corazón, como yo lo he hecho con ustedes.

2 Corintios 6,13

El apóstol Pablo habla de situaciones difíciles, problemáticas con algunas personas de la comunidad de Corinto. Eran barreras que impedían una buena y sana relación entre toda la comunidad por dentro y fuera de ella. Había un ambiente triste, peleas, envidias, rencores y seguramente muchos sentimientos más que se generan cuando las cosas no están bien.

Los/las cristianos/as de Corinto le eran al apóstol “como… hijos”. Ellos/ as habían llegado a conocer a Cristo a través de la labor misionera del apóstol. ¡Eran verdaderos/as hijos/as espirituales! Ahora él apela a ellos para que correspondan a su aceptación de todo corazón. Y lo hace con toda sinceridad. “Nuestra boca ha sido franca con vosotros… nuestro corazón está abierto”, “abran sus corazones”, es todo un de-safío para descubrir caminos de reconciliación, porque el evangelio es también reconciliación.

Aceptación y amor mutuo. Qué desafío para nuestros tiempos y dentro de nuestras comunidades de fe.

Muchas veces vivimos enemistados, enfrentados como si mi prójimo fuese el problema porque no piensa igual que yo, porque no confiesa una fe como nosotros, porque tiene otras costumbres, entre otros. Y nos enfrentamos, generamos heridas unos a otros, y muchas veces no nos permiten vivir como Dios quiere sino por el contrario, vivimos en un círculo de enojos, rencor y violencia.

El apóstol nos invita a abrir nuestro corazón y generar momentos, espacios de reconciliación y perdón.

Señor, que pueda ser instrumento de tu paz.

Mario Gonzáles

2 Corintios 6,11-7,4

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