Mientras esa voz me hablaba entró en mí el poder de Dios y me hizo ponerme de pie. Entonces oí la voz que me seguía diciendo: A ti, hombre, te voy a enviar a los israelitas.

Ezequiel 2,2-3

Este versículo forma parte de la experiencia de Ezequiel cuando Dios lo llama a ser profeta. Observemos la secuencia de lo que sucede: Dios escoge a Ezequiel y se dirige a él personalmente. Ezequiel interpreta la voz de Dios y reacciona y responde en primera persona. El efecto de ese encuentro es que Ezequiel se pone de pie.

Si leemos más adelante en el relato, vamos a ver cómo Dios le advierte que no será una misión fácil, ya que se trata de un pueblo rebelde, pero que a pesar de ello, por más que se sienta rodeado de espinos o viviendo entre alacranes, no tenga miedo ni se asuste.

Las palabras de Dios empoderan al profeta en el largo camino y la ardua misión de anunciar al pueblo la voluntad de Dios.

También hoy, de diferentes maneras, Dios nos llama, elige y envía a anunciar y dar testimonio de su voluntad. La forma que sentimos el llamado de Dios seguramente es muy diferente a la del profeta Ezequiel. Sin embargo, el propósito del llamado, a pesar de los miles de años transcurridos, sigue siendo el mismo: ablandar los endurecidos y rebeldes corazones para que el mundo se transforme en un mundo más sensible, más justo, más sano, más verdadero. Un mundo que se  reconozca como pueblo de Dios e hijos e hijas de un mismo Padre.

También, y a pesar del tiempo transcurrido, valen para nosotros el coraje y el valor con que Dios envió a Ezequiel. Por más difícil y dura que sea la tarea, que ni el miedo ni el susto paralicen la causa. Dios se compromete a acompañarnos, sostenernos y animarnos dondequiera que vayamos. Yo soy quien te manda que tengas valor y firmeza dondequiera que vayas, no tengas miedo ni te desanimes…Promesa que encuentra su sello en nuestro propio Bautismo, a través de las palabras de Jesús: sepan que estaré con ustedes hasta el fin de los tiempos. (Mateo 28,20)

Querido lector, querida lectora, ablandemos nuestros corazones y abramos nuestras vidas al poder de Dios, quien nos anima a ponernos de pie y anunciar su voluntad. Amén.

Hilario Tech

Ezequiel 2,1-3,3

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