Y claro está que la religión es una fuente de gran riqueza, pero solo para el que se contenta con lo que tiene… si tenemos qué comer y con qué vestirnos, podemos darnos por satisfechos.

1 Timoteo 6,6-8

Aparentemente, en la comunidad que tenía a su cargo Timoteo y para cuyo ministerio el veterano apóstol le remite sus consejos, había algunas personas que se habían acercado a la misma con la errónea idea, que la comunidad cristiana fuese el ámbito ideal para lucrar predicando nuevas y confusas enseñanzas. Desafortunadamente también hoy tenemos ministros auto-convocados o al servicio de organizaciones sectarias, que lucran con la buena fe de las
personas.

El apóstol no niega que la fe cristiana sea fuente de riqueza, pero de una riqueza diferente. En lo referente a lo material es sumamente radical y espartano. Teniendo comida y vestido –cosa que por cierto en aquellos tiempos no todos tenían asegurado-se podía tener todos los deseos cumplidos. Siguiendo a Jesús, lo importante era tener un “tesoro en el cielo”.

Pero la principal riqueza de la fe cristiana consiste en la certeza de que tenemos un Dios que nos quiere bien, y que por ello nos perdona, nos desendeuda gratuitamente y hace posible que podamos convivir en paz con él. El amor expresado en esta actitud divina nos permite a nuestra vez perdonar a nuestros semejantes y así convivir en paz con ellos. Otra certeza es que nuestra vida puede tener esperanza en un futuro abierto, es decir, no termina en la nada. La búsqueda de riquezas materiales, al contrario, acarrea competencias, explotación, injusticias y otros males que llevan a conflictos, enemistades, deudas, ajustes de cuentas y finalmente
a la infelicidad.

Federico Hugo Schäfer

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