Padre santo, cuídalos con el poder de tu nombre, el nombre que me has dado, para que estén completamente unidos, como tú y yo.

Juan 17,11

 

Jesús dirige estas palabras a Dios solicitando el cuidado de sus discípulos. Sabía que ellos quedarían solos ante la partida de su maestro.

Sentirse cuidado es algo muy lindo y necesario para el ser humano. En muchas ocasiones pensamos que cuidados necesitan los bebés o niños pequeños a raíz de su fragilidad, su incapacidad de arreglárselas solos. O bien pensamos también que nuestros adultos mayores necesitan del cuidado de alguien.

Mirando la vida toda de una persona se puede observar que los cuidados tienen y necesitan estar en todo su recorrido. Los cuidados son entendidos por un lado, como la atención material, tal como la alimentación y otros menesteres para la sobrevivencia. Por el otro lado y no menos importante son los cuidados espirituales y emocionales. Podemos tener adultos mayores muy bien atendidos materialmente, pero si nadie los visita, no les lleva una demostración de afecto y la palabra del Señor, poco  interés tendrá este abuelo o abuela en continuar viviendo de esa manera.

El estudio de la psicología y la neurociencia está descubriendo el valor de los afectos en la vida de la persona. Miles de años de historia han demostrado la importancia de la espiritualidad en cada ser humano. Por eso Jesús, siendo consciente de esto, le pide al Padre que cuide de sus discípulos, – y de nosotros también en nuestras vidas. Que pueda sentir ese abrazo de Dios cargado de afecto y amor hacia usted, hacia vos… Amén.

Darío Dorsch

Juan 17,11b-26

Compartir!

Share on facebook
Facebook
Share on twitter
Twitter
Share on linkedin
LinkedIn
Share on whatsapp
WhatsApp
Share on email
Email
Share on print
Print