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Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba.

Juan 7,37

Estas palabras las dice Jesús en la fiesta de la Enramada. Durante esta fiesta se realizaba un ritual en el que se llevaba agua desde el estanque de Siloé hasta el templo, mientras se cantaba el canto de acción de gracias del profeta Isaías (Isaías 12). Este ritual se realizaba para dar gracias a Dios por lo que ha hecho en la historia y para dar gracias por el agua tan esencial para la vida cotidiana y para la vida ritual en el templo.

Como en el canto se habla de beber de la fuente de salvación, Jesús reclama esa fuente para sí. Él, como Hijo de Dios, es el río de agua viva. Ya no es el ritual lo que cuenta, es Jesús como Hijo del Dios, de la vida, lo que cuenta.

Esto lo podemos relacionar con nuestro Bautismo. Al Bautismo lo podemos tomar como un simple ritual, ir a la iglesia, celebrar una fiesta y volver a la vida como si nada. O podemos tomarnos en serio lo que nos pide Jesús, que quiere ser agua viva en nosotros.

A partir del Bautismo, Dios nos acepta porque Jesucristo nos rescató con su muerte, pasamos a ser parte de este río de vida que es nuestro Dios creador. Pasamos a ser parte de este río de vida que es la Iglesia. Jesucristo quiere ser en nosotros un río de vida que nos abre posibilidades de ser agua viva en este mundo. Somos agua viva cuando cuidamos el agua dulce y cuando nos decidimos a defender los ríos libres.

Waldemar von Hof

Juan 7,29-39

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