Tengan cuidado de no dejarse engañar; no se aparten del Señor por rendir culto a otros dioses; no se inclinen ante ellos, porque el Señor se enojará contra ustedes y no les enviará lluvia; entonces la tierra no dará sus frutos, y muy pronto ustedes morirán en esa buena tierra que el Señor les va a dar.

Deuteronomio 11,16-17

El pecado y la idolatría están relacionados con los ciclos vitales de la naturaleza. La humanidad ha adorado más al dios del dinero que a su Creador, razón por la cual las lluvias ya no caen como deben caer y la tierra no trae sus frutos como debiera traerlos.

Es una realidad que de año a año aumentan las inundaciones y las sequías. Cada verano los incendios incontrolables se devoran miles de hectáreas. Las tormentas son cada vez más fuertes. La codicia del ser humano ha llevado a explotar este planeta y sus recursos naturales sin ningún tipo de contemplación, como si el mañana no existiese, como si nuestros hijos no necesitasen también un mundo habitable. Lo único que importa es el hoy, el tener más y más, el tener mayores ganancias, más rendimiento. Sin embargo, Dios ha creado este mundo con un perfecto y delicado equilibrio donde todo está vinculado en una relación de dar y recibir. El ser humano, en su pecado, ha comenzado a destruir ese equilibrio y las consecuencias están a la vista. Pero todavía estamos a tiempo para reconocer que nuestro único Dios es el Creador de los cielos y la tierra y que arrepintiéndonos del daño que hemos causado a la Creación, transformando nuestros estilos de vida en menos dañinos para el entorno en el que vivimos, podremos aún tener un mundo habitable para nosotros mismos y las generaciones futuras.

¡Perdón, Señor! ¡De tu pueblo, ten piedad!

Sonia Skupch

Deuteronomio 11,13-32

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