En una casa grande, no solamente hay objetos de oro y plata, sino también de madera y de barro; unos son para usos especiales y otros para uso común.

2 Timoteo 2,20

La iglesia es una institución humana, querida y sostenida por Dios a través de su Espíritu Santo, pero es una institución hecha por hombres y mujeres. En ese sentido la iglesia no es inmune al pecado y a las miserias humanas. A veces uno escucha: ¿cómo puede ocurrir tal o cual cosa en la iglesia? Y mi pregunta sería: ¿por qué no habría de ocurrir tal o cual cosa en la iglesia? El apóstol Pablo es muy ilustrativo en ese sentido diciendo que en una casa grande no solamente hay objetos de oro y de plata, sino que también hay de madera y de barro.

En primer lugar es importante que seamos prudentes a la hora de juzgar a otros dentro de la iglesia, porque somos muy rápidos para juzgar a los demás como “objetos de madera o barro” y vernos a nosotros mismos como “objetos de oro y de plata”. Y la realidad es que no somos ni tan lo uno ni tan lo otro. Todos somos un poco objeto de oro, un poco de plata, un poco de barro y un poco de madera.

En segundo lugar, es importante destacar que cuando señalamos que la iglesia es una institución humana y, por lo tanto, no está libre del pecado y del mal, que tengamos presente que el eje de la cuestión es qué hace la iglesia con esta realidad. ¿Nos resignamos a que sea así? ¿Nos conformamos fácilmente? ¿O buscamos una realidad superadora que venza el mal? Es decir, si hay mentiras, buscar la verdad; si hay discordia, buscar la reconciliación; si hay injusticias, buscar la paz. Ese debe ser nuestro horizonte.

Sonia Andrea Skupch

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