Señores, veo que este viaje va a ser muy peligroso, y que vamos a perder tanto el barco como su carga, y que hasta podemos perder la vida.

Hechos 27,10

Seguramente muchas cosas que hacemos o decimos en nuestra vida cotidiana están relacionadas con aquello de tomar en cuenta a nuestro “sentido común”, o no hacerlo. Siempre estamos considerando a esa especie de hermano mayor, que nos recomienda lo que es mejor y más prudente hacer en tantos asuntos de la vida.

Pablo, continúa preso y se encuentra en aquella embarcación que está siendo conducida en un viaje peligroso. El apóstol percibe aquel riesgo que considera evitable y apelando al sentido común llama a los responsables de la embarcación a no seguir navegando en aquellas condiciones sino esperar.

Pablo es el mensajero del Reino y estando encadenado encuentra aún más fuerza para anunciar el Evangelio. Mientras lo hace así, tampoco se aparta de su humanidad y del llamado de su sabiduría, las cosas que le motivan a hablar. Sus palabras en aquella embarcación no parecen tener un contenido espiritual, pero podríamos decir que se relacionan con los dones que Dios nos da, como lo es la inteligencia y la sabiduría. Dones que por venir de Dios llegan a ser profundamente espirituales y deben colaborar en todo lo bueno que podamos hacer o decir en su nombre. Desde el más humilde de los oficios hasta el conocimiento más profundo o difícil de alcanzar. Desde nuestras sencillas palabras hasta la narración más elaborada, todas estas cosas vienen de Dios y están llenas de su Espíritu, cada vez que a conciencia y responsablemente los ponemos al servicio de nuestro Creador y de nuestro prójimo. Amén.

Delcio Källsten

Hechos 27,1-12

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