En el lugar donde crucificaron a Jesús había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo donde todavía no habían puesto a nadie. Allí pusieron el cuerpo de Jesús, porque el sepulcro estaba cerca y porque ya iba a empezar el sábado de los judíos.

Juan 19,41-42

Todo está consumado y Dios parece haber muerto en una cruz.

El sábado parece un día anodino, de espera, de preparativos para, al día siguiente, honrar al difunto. Es decir, lo que hoy llamamos, velatorio.

Sin embargo, si es Dios el que está ahí dentro, en la tumba, entonces tiene otro significado. Podemos considerar el sábado como el día del preparto. El domingo nace un nuevo mundo; junto al resucitado la nueva creación ha nacido y es la iglesia la responsable por dar testimonio de que es así. La muerte es apenas el inicio de una vida nueva. Caso contrario, todo carece de sentido.

Allí en el silencio de la tumba suena una sinfonía que recupera la armonía del cosmos y entona un himno de alabanza por la nueva creación. La misma historia de siempre ahora la podemos comprender de manera totalmente diferente, anuncia un mundo nuevo de esperanza y luz.

Ya no es Dios quien concede la victoria en las guerras. Dios está contra toda guerra. Ya no es Dios quien da prosperidad protegiendo al poderoso y humillando al pobre. Dios está en contra del acaparamiento, la codicia y el enriquecimiento injusto.

Si la respuesta a las preguntas de esta semana es: Jesús es Dios hecho ser humano, entonces nuestra humanidad tiene que cambiar.

Carlos A. Duarte

Juan 19,31-42

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