En Cristo Jesús nada valen la circuncisión ni la incircuncisión, sino una nueva creación. Y a todos los que anden conforme a esta regla, que la paz y la misericordia sean con ellos, y con el Israel de Dios.

Gálatas 6,15-16

En este texto pareciera que, algo fastidiado, Pablo les llama la atención a los gálatas por enfatizar las costumbres y leyes anteriores a la fe. Por eso les recuerda que, con la venida de Jesucristo, no importaba ya si un varón era circuncidado o no. Y que lo verdaderamente importante era que cada persona llegara a formar parte de una nueva creación en Cristo, quien había entregado su vida para que sus seguidores puedan vivir de forma diferente a partir de un nuevo pacto.

El apóstol creía fervientemente que un tiempo trascendental había llegado con la primera venida de Cristo y que había comenzado una renovación del universo entero hasta formar una creación nueva. Esta renovación de las cosas trajo tan grandes bendiciones al pueblo de Dios que cambió completamente las formas y costumbres de la antigua creación. Y como lo menciona, aquellos que adoptan este principio de fe en la práctica cotidiana, son de hecho “el Israel de Dios”.

Nosotros hoy también debemos entender que la resurrección de Jesucristo hizo posible un nuevo orden, para una vida nueva en el amor y la misericordia. Aceptemos a Jesús en nuestras vidas y vivamos de acuerdo con su vida y enseñanzas.

Yo quiero ser, Señor, amante como el barro en manos del alfarero. Toma mi vida y hazla de nuevo, yo quiero ser, un vaso nuevo. (Canto y Fe Nº 268)

María Esther Norval

Mateo 13,44-46; Gálatas 6,1-18

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