Si es verdad que los muertos no resucitan, entonces, como algunos dicen: “¡Comamos y bebamos, que mañana moriremos!”

1 Corintios 15,32

Uno de los puntos que me han resultado más difíciles de comprender en mi formación cristiana ha sido el de la resurrección.

La vida después de la muerte fue, es y será asunto de debate filosófico por toda la historia de la humanidad. Un tema del cual nadie queda afuera y frente al cual todos tomamos posición de una u otra forma.

En la carta a los Corintios, Pablo resume toda la doctrina cristiana. Lo hace de un modo sencillo, utilizando el lenguaje y metáforas cercanas al pueblo.

Acerca de la resurrección, fundamenta su veracidad por oposición, diciendo que no puede ser de otra manera. La frase que utiliza irónicamente, “Comamos y bebamos, que mañana moriremos”, fue dicha con anterioridad por Isaías cuando profetiza sobre la destrucción de Jerusalén. Advierte sobre centrarse en un materialismo absoluto, dar rienda suelta a los placeres, como si lo único válido fuera el momento presente.

La doctrina de la resurrección se sostiene y sienta las bases de una posición frente a la vida. Como cristianos no vivimos únicamente el tiempo presente, no nos preocupa lo material sobre todas las cosas. Tenemos nuestra esperanza puesta en un tiempo perfecto. Esto no implica una renuncia al ahora, porque colaboramos en la construcción del Reino.

Nuestras acciones y omisiones tienen un sentido más allá de lo material y más allá del momento actual. Nuestra cosmovisión como cristianos implica la creencia en la vida después de la muerte, y en el sentido de una vida que excede lo material.

Que podamos vivir con plenitud el presente con la mirada puesta en Cristo.

Deborah Verónica Cirigliano Heffel

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