Pero cada uno de nosotros ha recibido los dones que Cristo le ha querido dar.

Efesios 4,7

¿Cómo podemos ser Iglesia de Jesucristo en una sociedad individualista y consumista, en que todo es efímero y descartable? ¿En una sociedad en la cual el modelo económico insiste en imponer la idea de que hay personas y formas de vida superfluas y descartables?
La carta a la comunidad de Éfeso nos invita a mirar a la Iglesia con cariño y gratitud. La Iglesia nace de la gracia misericordiosa de Dios revelada en Cristo (Efesios 2,4-5). Cristo dio a cada uno y a cada una diferentes dones. Estos diferentes dones no nos separan, al contrario, nos unen los unos a los otros en comunidad y nos hacen colaboradores y dependientes unos de otros. Es en esta unidad y paz en la Iglesia de Cristo donde reside su riqueza y fuerza para enfrentar las adversidades y poderes que quieren destruir, desunir, debilitar.
¿Cómo enfrentar la pandemia del individualismo, de la indiferencia, de la desunión que nos debilita? El sociólogo Zygmunt Bauman, alerta sobre que “el desafío que enfrentamos es, por así decirlo, que estamos todos en el mismo barco; tenemos un destino común y nuestra supervivencia dependerá de la cooperación o de la lucha entre nosotros (…) Tenemos que desarrollar, aprender y practicar el arte de vivir con las diferencias, el arte de cooperar sin que los miembros pierdan su identidad, para beneficiarnos los unos de los otros, no a pesar, sino gracias a nuestras diferencias.”
¿Cómo resulta el ejercicio de construir unidad en la comunidad de la que eres miembro? ¿Manejamos bien las diferencias?
Gracias, Señor, por el don de la vida. Tú nos diste dones. Ayúdanos a usar estos dones como instrumentos de unión, amistad y cambios. Amén.

Nestor Paulo Friedrich

Efesios 4,7-10

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