Viernes Santo

Jesús le contestó: mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos, pero mi reino no es de aquí.

Juan 18,36

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Jesús contestó a Pilatos; pero su respuesta siguió hablándonos. Su reino no es de este mundo. A Pilatos le demostraba que la confrontación de ambos no se daría en el terreno político o militar como seguramente él temía. Sabía que Jesús no tenía ejércitos, pero toda esa masa que lo coreó a la entrada de Jerusalén podía volverse una fuerza incontrolable. Por algo lo fueron a apresar de noche, por algo había que buscar una justificación para su muerte.

Pero hoy nos sigue diciendo Jesús que su reino no es de este mundo, y tenemos que oírlo sobre todo cuando corremos el riesgo de pretender apropiarnos de él, de tener el monopolio de la verdad, de condenar a otros porque “no son de los nuestros.” Tenemos que oírlo cuando pensamos que por las armas se construye su reino de justicia. Tenemos que oírlo para entender que es necesario nacer de nuevo, volverse como niños, deshacerse de razonamientos de este mundo que nos impiden recibir uno nuevo. Pedimos que venga a nosotros tu reino, no que vaya a él el nuestro.

Su reino no es de este mundo, pero no se desentiende de él. No nos llama a vivir en un “claustro espiritual” sin preocuparnos por la sociedad. La oración de Jesús es todo un ejemplo de su envío: Así como yo no soy del mundo, ellos tampoco son del mundo; como me enviaste a mí entre los que son del mundo, yo los envío a ellos… (Juan 17,16.18)

Oscar Geymonat

 

Salmo 31,1.5.11-12.14-16.24; Isaías 52,13- 53,12; Hebreos 4,12-16; 5,7-9; Juan 18,1- 19,42;

Agenda Evangélica: 2 Corintios 5,(14b–18)19–21

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