Viernes Santo

Jesús le contestó a Pilato: “Mi reino no es de este mundo. Si lo fuera, tendría gente a mi servicio que pelearía para que yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi reino no es de aquí.”

Juan 18,36

El reino de Dios o como suele decir Mateo, el reino de los cielos, ¡qué misterio! ¿Ya llegó, dónde está, cómo es? ¿Cuándo llegará, cómo será, dónde se ubicará?

Según Mateo, Juan el Bautista comenzó su predicación llamando a la conversión, “porque el reino de los cielos se ha acercado”. Jesús comienza su proclamación con las mismas palabras. A partir de ahí, reino es la palabra clave que atraviesa toda su predicación. Lo ilustra mediante parábolas. A veces describe algún rasgo del reino y otras veces dice cosas misteriosas. Dice que el reino se recibe, pero también dice que se entra al reino. El reino vendrá. Es de los que son como niños. Hay quienes esperan el reino. El reino es de los pobres. No es algo aparatoso que todo el mundo pueda ver llegar, y Jesús agrega: ya está entre ustedes. Pablo dice que el reino no consiste en palabras, sino en poder. Algunos no lo heredarán. En el Apocalipsis, una voz de júbilo exclama al final que ha venido la salvación, el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo.

¡Qué difícil es definir el reino! Frente a Pilato, el hombre del poder imperial, militar y brutal, que sólo entiende y habla lenguaje político y está acostumbrado a manejar el poder inhumano, Jesús aclara que su reino no es de este mundo. Repite: no es de aquí. No cabe en las categorías de los manejos turbios que hacen los poderosos, corruptos, autoritarios y engañadores de la gente.

Allí donde alguna iglesia o ciertas corrientes intentaron ser el reino, fracasaron estrepitosamente. Jesús no nos llama a “construir el reino”, como a veces se escucha. Nos llama a recibirlo, a él y con él, al reino; a dejarnos llevar por él al reino; a permitirle transformarnos en personas nuevas que verán el reino e ingresarán al mismo. Su muerte por nosotros en la cruz nos abre el reino.

René Krüger

Salmo 22; Isaías 52,13-53,12; Hebreos 4,14-16; 5,7-9; Juan 18,1-19,42

Agenda Evangélica: Salmo 22,2-9.12.16.19-20; Isaías 52,13-15; 53,1-12 (P); 2 Corintios 5,(14b-18)19-21; Juan 19,16-30

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