Cumplan ustedes todos los mandamientos que hoy les he dado, para que se hagan fuertes y tomen posesión del país que van a conquistar.

Deuteronomio 11,8

¡Qué textos complejos y difíciles de entender! La conquista, la violencia, la masacre y el saqueo son justificados como voluntad de Dios. La realidad es que el trasfondo histórico, cultural y literario en el cual surgen estos textos es abismalmente diferente al nuestro. Hoy en día, y en especial a partir del ministerio y de las enseñanzas de Jesús, es que comprendemos las cosas de otra manera, sin poner como voluntad de Dios la conquista y la destrucción del otro.

Es una realidad que este tipo de textos han sido utilizados y siguen siendo utilizados una y otra vez para justificar acciones de conquista de tierras y de acciones colonizadoras de un pueblo sobre otro.  Jesús mismo fue muy crítico con este tipo de accionar y jamás justificó ni avaló el uso de la violencia. Las iglesias hoy día tenemos plena conciencia que estamos llamados a ser agentes de paz en nuestro mundo. Nuestra misión como iglesias es contribuir con nuestras vidas, nuestras palabras y nuestras acciones a la paz en nuestro mundo. Nuestro lugar como iglesia está al lado de los colonizados y conquistados. Por esa razón, las iglesias, desde ya hace décadas, se han involucrado en apoyar y acompañar a aquellos que nada tienen, aquellos cuyas tierras les fueron quitadas, aquellos que hasta han perdido sus tradiciones y su lengua.

Dejemos ya las notas plañideras y un pasivismo neutro, indiferente: si el Príncipe de Paz nos ha ganado, está nuestro lugar junto a las gentes: a consolar al solo y abatido, a sacudir al necio, al inconsciente, a proclamar el reino del Mesías que en pugna está con este caos presente. (Canto y Fe N°342)

Sonia Skupch

Deuteronomio 11,1-12

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