Tampoco se arrepintieron de sus malas acciones ni dejaron de adorar a los demonios y a los ídolos de oro, plata, bronce, piedra y madera, los cuales no pueden ver ni oír ni caminar.

Apocalipsis 9,20

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Los arrepentimientos pasaron de moda.

Ya casi nadie se “arrepiente” hoy en día.

Porque arrepentirse no es pedir perdón,

un perdón que muchas veces es apenas cosmético.

No, arrepentirse es cambiar de mentalidad (del griego metanoia),

es dejarse transformar por la acción del Espíritu,

es comenzar a transitar la vida de otro modo,

desde otro lugar y con otro horizonte.

Las gentes del tiempo en que Juan escribe sus revelaciones

no querían arrepentirse y seguían creyendo en los cuentos

de quienes les ofrecían y prometían mucho, pero jamás cumplían.

Los ídolos diversos en los que colocaban sus esperanzas

los defraudaban una y otra vez, pero aun así los adoraban.

¿Mensaje inapropiado para nuestro aquí y ahora?

¡De ninguna manera!

Porque incluso viendo las consecuencias

de todo el mal que causan los ídolos modernos, mucho más sutiles pero a la vez más eficientes que los antiguos de plata, oro o barro,

también nosotros rehusamos arrepentirnos.

La creación se queja y sufre,

pero no cambiamos nuestros hábitos de consumo.

Millones mueren de hambre,

pero no queremos que la riqueza se reparta de modo equitativo.

Se siguen fabricando bombas y armas que matan todos los días,

pero no queremos dejar de votar a los políticos

que promueven las guerras, las represiones, la mano dura.

Los monocultivos y el uso indiscriminado de agroquímicos son malos,

pero de eso no queremos ni hablar en nuestras comunidades.

Ciertamente arrepentirse ha pasado de moda.

Los ídolos están felices.

Y Juan sigue siendo vocero de un Dios que espera

que cambiemos la mente, el corazón y nuestra forma de vivir.

Gerardo Oberman

Apocalipsis 9,13-21

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